Durante mi viaje a Gambia viví experiencias increíbles y conocí lugares fascinantes, pero sin duda uno de los mejores recuerdos que tengo es la visita a Tanji, un pueblo pesquero en la costa atlántica donde la actividad no para y la mezcla de gente entrando y saliendo del agua, los sonidos, colores y olores eran algo que nunca había visto.

Tras cruzar una serie de casas y chozas donde el pescado previamente salado y secado al sol es ahumado en unos fogones, llegamos a la orilla de la playa, donde ocurren miles de cosas a la vez y personas van de un lado a otro a un ritmo alucinante. Lo primero que te encuentras son a los vendedores y vendedoras de pescado con el producto fresco que llevan en baldes o en las propias manos, principalmente los populares “butterfish” (creo que estos en castellano serían palometas), bonga y ladyfish, tradicionales en los platos de la comida gambiana y que también son ahumados para luego exportarlos o transportarlos al interior del país. Pulpos, rapes e incluso pequeños tiburones también formaban parte de la enorme oferta pesquera.

Ya en el agua hay una especie de ritual frenético: cuando llega un bote equipos de chicos que visten camisetas de fútbol (reciben pescado como parte de pago) entran al mar a descargar el producto en grandes baldes que llevan en la cabeza hacia la orilla, para luego entregarlo a los vendedores o meterlo en las neveras para conservarlos. Lo gracioso es ver a grupos de niños que los persiguen esperando que se les caiga algo para tomarlo y quedárselo o luego venderlo… es una especie de acuerdo mutuo, ya que en ningún momento tocan a los muchachos pero al acercarse varios, estos empiezan a correr y es ahí cuando se les empiezan a caer los pescados! Es todo un espectáculo que podría haberme quedado viendo durante horas y horas…

Según lo que me contaron, esto se repite durante todo el día sin que hayan horas específicas en que la actividad sea significativamente mayor o menor. Los pescadores son gente muy trabajadora  y amable, algunos no tendrán problema en mostrarte sus barcos o los equipos que utilizan, pero la mayoría -como en todo el país- son senegaleses y hablan francés, por lo que el inglés puede que no sirva mucho para comunicarte con ellos. Las mujeres son más reservadas pero te mostrarán el pescado y te preguntarán si quieres comprar algo… y los niños, como siempre, bromearan contigo o te enseñarán orgullosos los botines que han conseguido en sus carreras tras los transportadores.

Le he comentado a la gente que en Gambia vi muchas similitudes con los países latinoamericanos y caribeños en los que he estado, pero esto sin duda fue algo único para mí que no había presenciado nunca. De haber sabido que Tanji era tan mágico, hubiera tomado mucho más tiempo para visitarlo y pasar al menos un día… el amanecer o el atardecer en este lugar deben ser momentos increíbles para experimentar la actividad frenética en la orilla. Marcado como lugar de visita obligatoria para mi próxima visita, que espero sea pronto… yo puedo asegurar que las fotos no hacen justicia a lo que verdaderamente se siente estando ahí!