Después de mucho tiempo sin estar en el norte de Italia, tuve la oportunidad de pasar un par de días en Turín… una ciudad que no figura entre los principales destinos turísticos del país pero que me pareció muy interesante y me dejó un muy buen sabor de boca.

Es una metrópolis limpia y organizada, tranquila y no tan grande como para ser caótica pero tampoco muy pequeña para ser considerada aburrida. La arquitectura es bastante llamativa donde se ven estilos barrocos, Art Nouveau, y rococo , con las galerías comerciales cubiertas que me recordaron mucho a Berna y palacios impresionantes… aunque sin duda el símbolo de la Turín es la imponente Mole Antonelliana, donde hoy funciona el Museo Nacional del Cine y se puede ascender a la cúspide para tener la urbe bajo tus pies.

Como buena ciudad italiana, la oferta cultural es bastante amplia con numerosos museos y palacios para visitar… pero sobre todo, lo que más disfrute fue la cocina: no hubo ningún café, heladería, trattoria o restaurante que no me haya gustado. Los típicos Agnolotti son un plato obligado, una pasta similar a los raviolis rellenos de carne! Pero no todo es comer, también hay zonas verdes y parques amplios, como el Parco del Valentino donde se encuentra el Borgo Medievale, una zona que recrea la época de los caballeros y caminar a orillas de río Po es una buena opción, en algunas partes hay bares y cafés para disfrutar una cerveza o tomar un bocadillo.

Para contemplar panorámicas de la ciudad se puede subir a la montaña de Superga. Lamentablemente durante toda mi estadía una calina cubrió siempre el cielo y no pude apreciar al 100% las vistas (dicen que en días despejados se ven hasta los Alpes)… igualmente para un fanático del fútbol como yo, el principal atractivo de este lugar era el homenaje a las víctimas de aquel glorioso equipo  del Torino de los años 40 que fallecieron en un accidente aéreo el 4 de mayo de 1949, cuando volvían de Lisboa luego de disputar un partido amistoso y su avión chocó contra una pared de la basílica que se encuentra en la montaña.

Desde el Monte dei Cappuccini, más cerca y accesible, también se puede tener una buena impresión de la capital del Piamonte desde una perspectiva elevada. En esta colina se encuentra un museo, una bonita iglesia y muchas parejas expresándose mutuamente su amor en la noche.

Otra zona que me gustó muchísimo fueron los alrededores de Balon. Para encontrarla sólo es necesario seguir el globo aerostático que se eleva sobre la ciudad y no tendrás problemas… callecitas llenas de trattorias y cafés tradicionales llenan esta área, donde cada segundo de mes se realiza un mercado de antigüedades donde puedes hallar prácticamente de todo, incluso cartas de amor escritas durante la Segunda Guerra Mundial.

En definitiva vale mucho la pena visitar Turín, una grata sorpresa que no me extrañaría si en un futuro próximo compite como principal destino turístico del norte de Italia con Florencia, Milán o Venecia. Espero volver pronto para dedicarle más tiempo a los museos y salir un poco para visitar alguno de los palacios reales… y cuando no haga tanto calor!!! Aunque siempre estarán las clásicas fuentes con las cabezas de toro para refrescarnos.