Cadaqués era uno de esos destinos obligados de la Costa Brava que me faltaba por conocer, de los que siempre te dicen “tienes que ir!” y finalmente (aunque no por tanto tiempo como hubiera querido) pude conocerlo. Toda la fama de este pequeño pueblo de pescadores es bien merecida… es como andar caminando dentro de una postal y aunque habían muchos turistas no era agobiante y seguía teniendo un encanto especial.
Sin duda quiero venir cuando termine el verano y las calles estén más vacías, seguro que debe ser aún más mágico…