
En los últimos años Albania se ha convertido en un destino popular en Europa, gracias a las maravillosas playas de Durrës, Borsh o Ksamil por lo que Tirana es solo un lugar de paso tras llegar al aeropuerto antes de emprender el viaje hacia la costa o de regreso a casa. Como Wizzair normalmente tiene billetes baratos desde Barcelona y los hoteles son económicos, desde hace tiempo me llamaba la atención pasar un fin de semana en esta capital balcánica.

Fui con pocas expectativas, pero la ciudad realmente me sorprendió no solo por su mezcla de modernidad con rascacielos levantándose por todas partes, diversidad cultural y la tradicional aura de Los Balcanes que ya había experimentado en Macedonia del Norte y Bulgaria. La historia del país es fascinante, estando prácticamente aislados del mundo hasta 1991 bajo el régimen comunista de Enver Hoxha que a lo largo de más de 40 años mantuvo a Albania prácticamente cerrada a cal y canto, sin la posibilidad de que nadie pudiera salir o entrar salvo contadas excepciones.

Si visitas la ciudad, es ideal quedarse cerca de la icónica Plaza Skanderbeg. Coronada por la estatua que honra a Gjergj Kastrioti, el héroe de la patria y figura principal de Albania junto con la Madre Teresa de Calcuta. Es el punto de partida para los tours guiados por la ciudad (totalmente recomendable hacer alguno) y durante los fines de semana hay mercadillos o algún evento cultural. En una esquina encontrarás la Mezquita Et’hem Bej, de gran importancia ya que fue de los pocos edificios religiosos que no fue destruído durante la era comunista. De gran valor patrimonial, es bastante pequeñita y para visitarla tienes que dejar una colaboración en la entrada además de entrar sin zapatos y respetando el código de vestimenta – te pueden gratuitamente dar pañuelos para cubrirte -. Tiene unos mosaicos preciosos pero no estarás más de 10 minutos dentro porque es diminuta… si tienes monedas o billetes pequeños, puede valer la pena. Por cierto, una de las cosas buenas es que los euros son ampliamente aceptados y el cambio es bastante fácil: 1 Euro = 100 Leks.


Si quieres ver una mezquita mucho más impresionante, arquitectónicamente hablando, puedes ir a la recién inaugurada Mezquita Namazgah (la inmensa mayoría de las iglesias y mezquitas son muy nuevas ya que estuvieron prohibidas hasta los años 90). Financiada en gran parte por el gobierno turco y construída en el estilo clásico otomano, me recordó mucho a las que vi en Estambul por su tamaño imponente y los amplios espacios. Se puede visitar de manera gratuita y además tiene baños públicos en muy buen estado.

Si no eres muy de visitar edificios religiosos, entonces tienes que ir a la icónica Pirámide de Tirana. Originalmente era un museo para honrar la vida de Enver Hoxha, pero tras la caída del régimen cayó en deshuso y vanzalizada hasta que hace un par de años fue renovada para convertirse en un centro cultural, con cafés y si eres capaz de subir todos los escalones, uno de los mejores miradores de la ciudad para admirar el cambiante skyline de Tirana. Recomiendo ir al atardecer para unas vistas espectaculares de la ciudad con el Monte Dajt de fondo.



Los principales puntos de interés se pueden recorrer fácilmente a pie, lo cual es una fortuna ya que el tráfico de Tirana puede resultar caótico. Al tener miles y miles de bunkers subterráneos es imposible construir un metro y además hasta hace poco más de 30 años la inmensa mayoría de las personas no tenía acceso a ningún tipo de vehículo… así que conducir es algo relativamente nuevo para los albaneses. Durante tus recorridos te encontrarás numerosos cafés, terrazas, restaurantes, bares y bazares para hacer una parada. La comida en Tirana, como en otros lugares de los Balcanes en los que he estado, es espectacular, abundante y relativamente económica. Podría ser feliz solo comiendo byreks, unos pastelitos rellenos deliciosos y baratos. La gente es amable y en mi experiencia solían dominar más el italiano que el inglés, así que no habrá problemas para comunicarte.

Otra visita muy interesante son los museos Bunk’Art. Hay dos, el 1 está en las afueras y debes tomar una autobús para llegar y el 2, en el centro. Me recomendaron que visitara el 2 porque es más pequeño (parece que en un punto el 1 puede volverse repetitivo y demasiado extenso si no tienes mucho tiempo) y está todo más concentrado. Aunque las exposiciones podrían estar un poco mejor cuidadas o actualizadas, es fascinante adentrarse en un bunker anti-nuclear y descubrir la historia del país, desde su independencia en 1912, pasando por la Segunda Guerra Mundial y especialmente durante la era comunista cuando absolutamente todo estaba controlado por el Estado. El precio son unos 9€. También escucharás hablar del Castillo de Tirana, pero en realidad es solo el resto de una muralla… el “castillo” en realidad es un centro comercial con tiendas de ropa, souvenirs y restaurantes. A las afueras encontrarás puestos más tradicionales de bebidas, artesanías y recuerdos que nunca pueden faltar. El Museo de Historia Nacional, cerrado al momento de hacer este post, tiene un mural espectacular que representa la historia de Albania a lo largo de los años y si quieres algo más moderno, gracias que el antiguo alcalde de Tirana y actual presidente del país es artista, llevó a cabo una iniciativa por lo que la ciudad está llena de intervenciones artísticas que cubren fachadas enteras de edificios.


En definitiva, aunque creo que un fin de semana es suficiente para disfrutar Tirana, la ciudad me dejó con ganas de volver y más aún, descubrir otras partes de Albania. Los locales me recomendaron no tanto las famosas playas, sino que me adentre en las zonas montañas y rurales para una experiencia más auténtica. En todo caso, si quieres ver algo diferente, con una historia super interesante y comer muy, pero muy bien sin gastar mucho dinero pues sin duda es una buena opción!